El corcho, la piel del alcornoque.

jueves, 5 de febrero de 2009

La palabra corcho proviene de la expresión latina cortex, que significa corteza. Su nombre se debe a que es la parte exterior del tronco del alcornoque (Quercus súber), un árbol que crece en las regiones de Europa y África próximas al Mar Mediterráneo. Este material esta formado por células muertas impregnadas en una sustancia grasa, lo que le confiere propiedades impermeables al pasaje del agua y de los gases.

EL ALCORNOQUE ANTES DE LA INDUSTRIA DEL CORCHO
En su estado silvestre, el alcornoque no es sino uno de los elementos del bosque mediterráneo, que convive con otras especies arbóreas como Quercus ilex, Q. faginea, Q. pyrenaica, Castanea sativa, etc., más un sinnúmero de arbustos como Arbutus unedo, Junierus sp., Ulex sp., Cistus sp., especies aromáticas, etc.
Durante muchos siglos, las poblaciones rurales utilizaron el bosque mediterráneo básicamente para extraer leña, madera para los aperos agrícolas y taninos. Se arrasaban muchos bosques en beneficio de la agricultura y el pastoreo, y para poner distancia entre la fauna silvestre y los asentamientos humanos. El fuego era el medio principal para ello (Silbert, 1978).
Pero en la segunda mitad del siglo XVII un monje francés llamado Perignon descubrió las cualidades especiales del corcho para cerrar botellas de vino, y una nueva era empezó para el Quercus suber. Los tapones de corcho permitieron almacenar los vinos con seguridad durante períodos prolongados y transportarlos a largas distancias. Se desarrolló así la industria vinícola de una manera que de otro modo probablemente nunca habría sido posible. El uso sistemático del corcho para tapones de botellas hizo que al administrar los bosques se favoreciese el Quercus suber sobre otras especies, y que finalmente grandes extensiones de bosques se transformasen en rodales de una sola especie.


Una idea burbujeante.
Hasta finales del siglo XVII, el vino espumante se embotellaba con tapones de madera, rodeados de cáñamo impregnados en aceite. La fermentación del vino producía gases que solian reventar las botellas o partir los tapones. Fue el monje Dom Pierre Perigon (1638-1715), encargado de las bodegas de la abadía de Hautevillers, en Marne (Francia), quien tuvo la genial idea de reemplazar los tapones de madera por otros de corcho. Este marcial Hermético y mas flexible, evitaba la destrucción del envase y no dejaba entrar el aire.

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